Ni Dios ni Dawkins
Richard
Dawkins es un reconocido etólogo y biólogo evolucionista británico, que ha
construido su fama en los últimos años a través de una sistemática crítica
contra la religión, la defensa del ateísmo como opción racional y la visión de
la fe y el pensamiento religioso como un virus mental persistente en la
civilización. Su obra El espejismo de Dios, perteneciente al fenómeno
literario-financiero llamado Nuevo Ateísmo, refleja fielmente sus convicciones,
presentando la inexistencia de Dios (concretamente se refiere al Dios del monoteísmo,
o eso se intuye de su lectura) como algo científicamente seguro. Este libro ha
recibido grandes críticas, la mayor parte de ellas negativas, y es por esto
que, deseoso de comprender sus argumentos y de formar mi propia opinión, decidí
leerlo y hacerle un análisis.
Antes
de empezar con el ensayo, voy a hacer aclaraciones: soy agnóstico. Eso ya lo he
mencionado en reflexiones
anteriores,
pero conviene decirlo otra vez. En ningún momento estoy apoyando alguna
religión en particular, ni trato de presentar el agnosticismo como la única
postura filosófica viable; respeto el ateísmo y el teísmo, siempre que sus
integrantes profesen respeto hacia los otros. Y esto es algo que no observo
frecuentemente en Dawkins (“¡Dejemos ya
de ser tan condenadamente respetuosos!”). Sólo voy a tratar de mostrar cómo,
en su afán de desacreditar el pensamiento religioso, se pueden argumentos
pseudocientíficos, basados en argumentos religiosos, para apoyar la visión del
ateísmo.
La
primera impresión, al leer el libro, es que su lenguaje no es tan despectivo y
violento como lo imaginaba, salvo por los capítulos finales, que empero no
dejan de tener razón en muchos aspectos. Sin embargo, es claro que Dawkins
mantiene, desde el principio, un concepto de la fe y el pensamiento religioso
como algo similar a una enfermedad mental, algo que no es, a mi concepto,
cierto. La fe, ciertamente, hace a un lado la capacidad crítica, pero no
significa que sea una postura irracional. Es natural tener confianza en ciertos
aspectos, aunque no se tengan evidencias. El problema claro es el fideísmo: la
fe sin bases en el racionalismo, la cual es aceptada en las instituciones
religiosas (que no es lo mismo que la religión). No obstante, existen personas
de fe que son conscientes de las falacias dentro de su sistema de creencias, e
intentan crear discusiones racionales fuera de estos dogmas; sin embargo,
Dawkins no menciona esto.
La
discutida irracionalidad de la fe no es prueba de que los ateos y agnósticos
son mucho más inteligentes que los creyentes, como pretenden algunos que
presentan encuestas realizadas a grupos científicos, donde solamente un pequeño
porcentaje se considera a sí mismos creyentes. ¿Es esto prueba de una mayor
capacidad intelectual en las personas irreligiosas? No creo que el ateísmo de
Einstein que pretende Dawkins (Einstein era muy seguramente agnóstico, de
acuerdo con la mayoría de los estudiosos) esté relacionado con una capacidad
mental y racional superior. Vale aclarar que Dawkins no expresa claramente que
los ateos sean más inteligentes, pues él mismo reconoce a científicos con
profundas convicciones, aunque la convivencia de ciencia y creencia en ellos lo
confunda.
Pero
si hay algo que se percibe de El espejismo de Dios es un desconocimiento de la
teología, una cierta pretensión de certeza científica casi absoluta (que parece
haberse suavizado en años recientes), y un sistemático ataque contra el
pensamiento religioso, con matices bastante agresivos (basta con ver el nombre
del capítulo ocho), ignorando hechos sociopolíticos claves. Para focalizar los
puntos centrales del análisis, voy a señalar los aspectos positivos del libro,
los aspectos negativos y los absurdos que presenta Dawkins en sus argumentos.
LO
BUENO. Hay tres cosas en las que estoy muy conforme en el tratamiento que le da
Dawkins en su obra: el surgimiento de la moral como rasgo evolutivo, la
representación de la complejidad armónica de la Naturaleza, y el análisis de la
imposición de doctrinas religiosas en los niños. Del primero, es interesante
observar cómo Dawkins plantea que el comportamiento moral en el ser humano es
intrínseco en los genes, producto de la selección natural de los rasgos
altruistas genéticos (algo que plantea mejor en El gen egoísta, otra de sus
obras), por lo cual podemos llegar a organizar nuestro sistema moral, sin
necesidad de la cuestión religiosa: un dios no es necesario para tener moral.
De eso a que tenga razón, ya es otra cuestión: cada persona puede o no aceptar
esto.
Aunque
desde mi punto de vista no es un argumento completamente fuerte, Dawkins golpea
un punto en el argumento del diseño, y por ende el diseño inteligente: un
Universo tan complejo como el nuestro implicaría un diseñador mucho más
complejo, por lo cual el diseñador es inmediatamente más improbable de existir
que el Universo que ha creado: por ende, la existencia de Dios es altamente
improbable, que no imposible. No lo considero un argumento en un concepto
general de la deidad, porque hay hipótesis relacionadas a la complejidad del
universo, no relacionadas con el diseño inteligente, que Dawkins no considera,
pero sin duda el contraargumento está bien planteado.
Finalmente,
sus argumentos sobre la crianza de los hijos dentro de la religión son bastante
similares a lo que yo creo. Etiquetar a un niño como musulmán o católico es
absurdo, porque a su edad el niño no tiene la capacidad mental racional para
comprender estos conceptos, ni lo que implica. Y como ya lo he mencionado
antes, inculcar la fe en los niños, muchas veces a través de miedos, puede
generar manifestaciones de odio, fanatismo e intolerancia en los pequeños, por
no hablar de los traumas con respecto al comportamiento supuestamente inmoral,
la típica pedantería “mi religión es la única verdadera”, o el rechazo hacia
los “infieles” o “mundanos” (odio esta expresión. ¿Acaso no pertenecemos todos
al mundo, o es que ellos están en una dimensión alterna y coexistente?). Eso
sí, no creo que el término abuso sea el correcto para designar estas prácticas,
aunque ciertamente es un maltrato psicológico.
LO
MALO. Algunos aspectos, en particular, me parecen poco acertados en el libro:
el evidente sesgo informativo de Dawkins a la hora de analizar los argumentos
teístas para la existencia de Dios, su pretensión de probar de forma científica
la inexistencia de Dios, y una ignorancia histórica de muchas calamidad
atribuidas únicamente al fanatismo religioso.
Puede
que Dawkins haga una crítica acertada a los argumentos medievales de la existencia
de Dios dentro de la religión cristiana (principalmente, la católica), y uno
que otro argumento relativamente moderno (principio antrópico), pero hay que
resaltar que muchos de esos argumentos (las cinco vías de Tomás de Aquino, por
ejemplo) son ya obsoletos hoy en día para un sector importante conocido como el
teísmo crítico. Dentro de esta corriente, los críticos cristianos y otros más
desarrollan hipótesis cosmológicas, aceptando dentro de ellas conceptos como la
antigüedad real del Universo y la evolución, surgiendo planteamientos cercanos
a los del deísmo, e incluso de un Universo co-creado creador.
Dawkins,
sin embargo, no presenta ninguna de estas hipótesis, y se centra casi
exclusivamente en el cristianismo antiguo para su “investigación”, por llamarla
de alguna forma. ¿Esto cumple acaso con los preceptos del método científico? No
realmente, pues al ignorar el cristianismo crítico, capaz de aceptar el
pensamiento del ateísmo y del agnosticismo, y que llega a dar respuestas
interesantes ante sus planteamientos, está dejando de lado información valiosa
que le habría servido en su libro: una confrontación de los argumentos del
cristianismo antiguo y los del teísmo crítico habría sido un análisis más
objetivo.
Luego
está la argumentación de la probabilidad de la existencia de Dios (repito,
Dawkins parece referirse solamente al Dios monoteísta). Pretende demostrar con
planteamientos biológicos la falta de necesidad de la existencia de Dios, e
incluye el concepto de la religión como un subproducto psicológico en el
proceso darwiniano de la evolución humana (de forma similar a la moral), y que
se ha mantenido infecciosamente en la mente de los hombres al relacionarse con
emociones y sensaciones (como el amor), algo que puede ser mejor entendido con
la teoría memética: unidades de información culturales que se transmiten de una
mente a otra. Esto es quizás probable (una teoría entre algunos arqueólogos y
antropólogos especula que el culto religioso organizó las primeras
civilizaciones, y no el desarrollo de la agricultura); sin embargo, únicamente
se asocia al comportamiento religioso y a la razón de la “irracional” fe que se
mantiene en Dios, pero no invalida la existencia de Dios per sé. ¿Qué pasa,
nuevamente, con la teoría de un Dios escondido, o del Universo co-creador que
aparecen en el teísmo crítico? No hay un interés al respecto. Siendo honestos,
cuando Dawkins intenta pasar de la filosofía a la ciencia para sostener sus
argumentos, termina actuando como un pseudocientífico y un pseudofilósofo.
Dentro
de su razonamiento también critica fuertemente al agnosticismo permanente,
haciéndolo pasar como una postura filosófica y científicamente pobre. Su
espectro de probabilidad teísta es muy ingenioso, y ciertamente, la
improbabilidad del Dios monoteísta parece muy alta, en comparación con la
probabilidad de su existencia. Sin embargo, ¿esto es suficiente para desechar
al agnosticismo como una postura filosófica? Debe recordarse que el
agnosticismo es una postura de conocimiento, no de creencia; conceptos con falta
de fundamento racional o experimental, o cuyas pruebas son falsas y de un alto
grado de subjetividad, son imposibles de ser llevados a la certeza. En ese
sentido, yo soy agnóstico porque comprendo que los argumentos de la existencia
de una deidad (y hablo de una deidad cualquiera, no del Dios monoteísta) son
muy débiles e inválidos para probarla; sin embargo, no conozco hasta la fecha
ningún argumento racional o empírico convincente de su inexistencia. Incluso
hay filósofos que, aunque se consideran a sí mismos ateos, aseguran que no existen
argumentos para demostrar que no existe deidad alguna, con lo cual son a su vez
agnósticos. Bertrand Russell, por ejemplo, lo era; recientemente, el propio
Dawkins aceptó no tener un 100% de certeza que Dios no existe. El agnosticismo,
y en esto sí tiene razón Dawkins, no debe hacerse ajeno a analizar la
probabilidad de las respuestas a la gran pregunta.
En
otro aspecto relacionado, Dawkins critica la visión de magisterios no
superpuestos (NOMA, por sus siglas en inglés) de Gould, puesto que dentro de
las religiones se evocan milagros, lo cual se superpone con el magisterio
científico, y que el concepto de una deidad creadora del Universo pertenece al
campo científico, aunque no sea en la práctica. No comparto mucho la idea de
Gould de los NOMA, ya que en la práctica, la religión se entromete en el
magisterio de la ciencia muchas veces, como en el estudio de las células madre
o discusiones en torno al aborto, o a la aplicación de vacunas. Sin embargo, si
se analiza bien, el asunto de la existencia de Dios, por su subjetividad
intrínseca y las características del concepto en sí, no puede englobarse dentro
de la ciencia empírica, quizás ni siquiera en la filosofía, sino que es una
cuestión que sólo pertenece al campo racional; por tanto, no se debe superponer
con la ciencia. A partir de allí, que cada uno use su criterio para defender su
postura.
Finalmente,
Dawkins maneja un desacierto histórico monumental. Cita ejemplos del porqué la
religión es algo malo para el mundo: las Cruzadas, la Inquisición, el 9/11, los
conflictos entre israelíes y palestinos… Olvida Dawkins que muchos de estos
conflictos manejan intereses políticos y económicos además de religiosos, y que
en otros casos, se utiliza la fachada religiosa como una estrategia para
ocultar los motivos políticos reales. Y muchas veces, se sirven de la religión
como un gancho para atraer sirvientes a la causa. Esto habla mal de las
convicciones religiosas, pero también demuestra que no es el único factor detrás
de las calamidades humanas. Y aunque el etólogo argumenta que un mundo ateo
sería un cambio favorable para la humanidad, al observar los regímenes ateos en
los últimos años de la historia (Mao, Pol Pot, Stalin, por citar unos pocos) se
puede ver un registro de crímenes que poco ayudan a la defensa de tal mundo. Se
podría argumentar que Mao y Stalin cometieron sus crímenes no como ateos, sino
como hombres, pero queda entonces la duda de cuántos de los crímenes achacados
a la cristiandad son obra de hombres, y no de creyentes. ¿No sería un sesgo
ideológico, entonces, achacar estas calamidades únicamente a posturas
religiosas?
LO
PEOR. Las mayores fallas de Dawkins en su libro son dos: el lenguaje agresivo
hacia la religión, sin una explicación racional clara, y el uso de
comparaciones “filosóficas” de poco peso, que son casi risibles ante su
mediocridad.
Aunque
mencioné en un principio que el libro no es tan grosero como lo imaginaba, eso
no significa que no maneje un tono hostil hacia la religión. Insiste hasta el
cansancio que la religión es mala, pero por fuera de los ejemplos mostrados
antes, y los extremismos de líderes religiosos que también cita, no hace una
explicación detallada del porqué. Claro, los ejemplos podrían bastar para darse
cuenta de la nocividad de las instituciones religiosas en la humanidad, pero no
contemplan otros casos de pensamiento religioso, por no mencionar que sus
argumentos son básicamente contra las instituciones monoteístas, mencionando
poco a otras corrientes. Tampoco hace una distinción, en medio de sus iracundos
argumentos, entre la religión y las instituciones religiosas. Ahí ya nace el
error, y es que al confundir ambas, su juicio, aunque con bases claras, termina
siendo sesgado y torpe, pues no analiza realmente la influencia de la religión
pura, sin adornos dogmáticos, sobre la sociedad. Y su asociación al ateísmo con
una mente saludable, aunque bien intencionada, por momentos es denigrante
contra muchos creyentes de capacidad crítica excelente. Termina comportándose como
los intolerantes religiosos a los que combate, sin buscar compatibilidad entre
fe y racionalidad, como hace otro científico ateo, Michael Ruse, quien logra
conciliar el darwinismo con la creencia.
No
menos asombro causan los siguientes argumentos acerca del agnosticismo y la
probabilidad de la existencia de Dios:
·
“Soy agnóstico solo hasta el punto de que no
soy agnóstico sobre la existencia de hadas en el fondo del jardín”.
·
“Él (un amigo)
considera a Dios como no más probable que
el Ratón Pérez. Usted no puede des-probar ninguna de las dos hipótesis, y ambas
son igualmente improbables”.
·
“Yo
no creo en Dios en la misma medida en que no creo en Mamá Gansa”.
·
“(La creencia en Dios) No es más o menos extraño que decidir creer
que el mundo tiene la forma de un rombo, y que es llevado por el cielo en las
tenazas de dos enormes langostas verdes llamadas Esmeralda y Keith”.
·
“Yo
he hallado que es una estrategia divertida, cuando me preguntan si soy ateo,
señalar que quien hace la pregunta también es ateo en relación con Zeus, Apolo,
Amón Ra, Mitras, Baal, Thor, Wotan, El Becerro de Oro y el Monstruo de
Espagueti Volador. Acabo de pasarme por un dios”.
Falta mencionar,
además, que cita el famoso argumento de la tetera de Russell y el Monstruo de
Espagueti Volador (el famoso Monesvol).
¿Tienen realmente,
estos argumentos, la fuerza que Dawkins cree? Ni un poco. Bueno, hagamos un
poco de justicia con algunos. La tetera de Russell demuestra que la carga de la
prueba descansa sobre los que afirman hechos infalsables (es decir, los
creyentes) y no sobre los escépticos. Sin embargo, si comparas el concepto de
una tetera flotando en el espacio y el concepto de una deidad creadora del
Universo, será la tetera sobre la que caerá primero la carga de la prueba,
principalmente porque es un concepto tan estúpido y simple que no tiene
comparación con el de la deidad, por mucho que así lo crea Dawkins. Aunque el Monesvol
y el pastafarismo combaten grandes falacias lógicas del cristianismo, es mayormente
una reducción absurdista diseñada para ridiculizar el diseño inteligente, y no
tiene nada qué decir acerca de probabilidades de existencia o inexistencia.
Nadie compara a Dios
con el Ratón Pérez, o con las hadas, o con otros seres sobrenaturales, porque
ninguno de estos ha tenido la influencia sociocultural que sí ha tenido el
concepto de una divinidad creadora. No hay probabilidades iguales en ellos al
compararlos con la idea de la deidad. Y tampoco el argumento de “ateo con
respecto a Zeus”, que desafortunadamente también usaba Russell, es realmente
útil. La discusión del teísmo es la probabilidad de la existencia de la
divinidad, y no de los nombres con que ha sido bautizada en diferentes
instituciones religiosas a lo largo de la historia humana. Aquí Dawkins falla
en su intento de hacer ciencia y filosofía a la vez. ¿Entiende él que el
término ateísmo no se limita al Dios monoteísta?
Concluyendo, se puede
afirmar lo siguiente: El espejismo de Dios invita al creyente y al escéptico a
hacer una concienzuda reflexión acerca de sus argumentos y creencias. En este
aspecto, el libro es destacable. Sin embargo, no es realmente una base o
justificación de una corriente de pensamiento, pues muchas de sus afirmaciones
son subjetivas y poco construidas, y la actitud de Dawkins hacia la religión está
cargada de una hostilidad no muy diferente de la de los fundamentalistas
religiosos, y con una pretensión pseudocientífica como la de muchos escritores
ateos de los últimos años. Dudo mucho que su lectura “convierta” a un creyente;
citando al propio Dawkins, en su prólogo: “Si
este libro funciona como intento, los lectores religiosos que lo abran serán
ateos cuando terminen de leerlo. ¡Qué optimismo tan presuntuoso!”.
Estas ideologías nuevas
deben ser analizadas con escepticismo por los lectores. No todo lo que te
venden como ciencia es completamente científico, y no todo pensamiento
filosófico es válido. Y es peor que, al juntar ambas, se genere una quimera
soberbia que, en su afán por demostrar a través de la ciencia lo que sólo puede
responderse a través de la razón, no llega a convencer a nadie.
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