La entronización de la “rebeldía”
Uno
de los mayores defectos que posee el ser humano es su fastidiosa tendencia a
suspender el juicio crítico a determinados personajes de la historia,
dependiendo del nivel en el que las posturas religiosas, políticas o sociales
de dichos personajes concuerden con los suyos. Cuando esto ocurre, se suelen
buscar distintas formas de justificar acciones que ciertamente hablan muy mal
de dichos personajes, y son formas que pueden ir de lo patético y risible a lo
ruin y hasta criminal. Es un rasgo muy común entre defensores furibundos de
ideas nocivas o al menos erróneas: entre más se ataquen sus ideas, más
intentarán blindarlas contra cualquier crítica.
La anterior introducción es para ilustrarlos un
poco sobre el tema que me ocupa hoy. La semana pasada, mi amigo David publicó
la más reciente entrada de Colombia,
Banana Republic, la serie donde hace un recuento mensual de los hechos
más vergonzosos y molestos de la política, la religión y la sociedad en nuestro
país. En esta última entrada, dedicó unas palabras a la conmemoración que
realizó la Universidad Nacional de los 50 años del asesinato de Camilo Torres,
el cura guerrillero del ELN, por “algún
extraño motivo”. Como yo comentaba en dicha entrada, desgraciadamente es
una actitud muy común de la izquierda del país reivindicar criminales,
presidentes corruptos o dictadores, sólo por estar en contra del gobierno de
derecha de turno, y por tanto no es precisamente extraño; David replicó que
sigue siéndolo, puesto que no tiene sentido ni es normal apoyar criminales sólo
porque pretenden estar en contra del sistema. Y eso me inspiró para escribir la
entrada de hoy.
Dejo
claro desde el principio, porque nunca falta la persona que no comprende del
todo lo que uno intenta transmitir, que esta no es una refutación a las
palabras de David. Es, ante todo, una explicación de mi modo de ver la dichosa
conmemoración a Torres, y el por qué contradicciones como llamar humanista a un
criminal son tan comunes hoy en día que ya no son extrañas para mí -lo que no
quiere decir que sean normales-. Les recuerdo, además, que tiendo mucho a ser
cínico con la política, y eso quizás les haga comprender un poco mi comentario
en la entrada de David, aunque por supuesto sea una idea que necesita ampliarse.
Leía
hace poco, en una fuente que no recuerdo, que es prácticamente un hecho que la
gente del pueblo tiende a ver con suma desconfianza y hasta cierto rencor a
aquellos que ostentan el poder, y a aquellos encargados de velar por nuestra
seguridad o castigar el crimen. El poder corrompe, dice un refrán muy común, y
tristemente la historia de nuestra especie rebosa de casos semejantes. Es una
podredumbre que siempre ha estado; sin embargo, a pesar de ello, no se debe
creer que todo el que sube al poder en un cargo público va a convertirse
inmediatamente en un corrupto o un opresor.
Lamentablemente,
que se haya presentado con tanta frecuencia -y que aún hoy en día se presente con esa misma aterradora frecuencia- ha
provocado que inmediatamente se desconfíe de cualquier político, de cualquier
jefe, de cualquier policía o de cualquier soldado. Y al visualizar estas
personas, ya no simplemente como corruptos puntuales, sino como ejemplos de la
podredumbre de todos los miembros de su
gremio en general, se empieza a ensalzar a todos aquellos que se enfrentan
a estas figuras del poder. Sean como políticos o como bandidos, dichas personas
son vistas a los ojos de muchos como los valientes que se enfrentan a la
corrupción.
Si el lector es listo, seguro reconoce en el
legendario Robin Hood uno de los modelos más primitivos del criminal convertido
en héroe ante el pueblo, pues según el vulgo, robaba a los ricos y le daba a
los pobres. Un lector curioso que investigue se dará cuenta que hay otros
ejemplos similares, aunque mucho menos altruistas: los salteadores de caminos
de la Inglaterra victoriana; los forajidos del Viejo Oeste en Estados Unidos;
Bonnie y Clyde. Si quieren ejemplos más locales de criminales entronizados,
tenemos los casos del Chapo Guzmán y Pablo Escobar. Hay una cierta fascinación
con el criminal rebelde, ya sea que nos ayude o no.
Cuando
ascendemos varios escaños en la complejidad del pensamiento, es decir, cuando
nos fijamos en los rebeldes con componentes ideológicos de tipo político o
religioso para su enfrentamiento a la autoridad, la cosa empeora bastante, pues
suelen ser personas con una mayor influencia social que un salteador o una
pareja de ladrones: estos suelen tener
poder. Y es aquí cuando la justificación del apoyo a dichas personas se
hace más desesperada y descarada. Actualmente, es necesario admitir que la
izquierda es quien comete con más descaro esta suciedad ideológica. Tenemos,
pues, a la mamertada de turno apoyando la dictadura castrista, la cuasi-dictadura
(o dictadura, dependiendo de a qué venezolano le preguntes) chavista, el
estalinismo, la dictadura china, a gobiernos sumamente abusivos de los derechos
humanos como Rusia e Irán, al mamarracho fósil de Corea del Norte y a muchos
otros gobiernos de índole similar.
Como
ya dije antes, muchos de estos gobiernos son apoyados por la izquierda bajo la
convicción de que comparten los mismos ideales, inconscientes de que en muchos
casos no es así, y que incluso uno que otro irrespeta algunos de esos ideales.
No obstante, hay una razón incluso peor por las que muchos apoyan gobiernos tan
corruptos y nocivos: porque
son antiyanquis. Debe ser uno de los razonamientos más
imbéciles que hay; mas, dado que Estados Unidos ha cometido muchas
estupideces y atrocidades en su calidad de súper potencia, y que para muchas
personas es más fácil señalar a un solo culpable de todo en vez de molestarse
en comprender la
complejidad de los procesos geopolíticos tras un conflicto, es muy fácil
embelesarse con los gobiernos que critican al gigante del Norte.
Aquí
tenemos el mismo ejemplo de los salteadores y forajidos, sólo que en versión
giga. Para el izquierdista poco seso -que no son todos, porque siempre hay una
buena cuota de gente sensata-, ya que Estados Unidos es el monstruo mayor,
cualquiera que se le enfrente es un héroe inmediato. ¡Qué importa que en Rusia
se limiten tan abusivamente los derechos de la comunidad LGBTI, o que en Corea
del Norte los ciudadanos estén obligados a llorar por un líder muerto, o que en
Ecuador se quiera oprimir la libertad de prensa, o que Irán sea una teocracia
repugnante! Lo importante es que critiquen a los gringos; los crímenes de los
gringos son los únicos que importan, los únicos que hay que señalar.
Es
absurdamente común ver a tantos hoy en día que justifican a cualquier dictador
o criminal de izquierda simplemente
por ser de izquierda. Es por ello que no extraña mucho que en la Nacional
conmemoraran el asesinato de Camilo Torres, puesto que fue un hombre que se
rebeló contra el gobierno imperante, y además era sacerdote y un pensador
bastante interesante, aunque olvidando, por supuesto, que el sacerdocio es una
forma de adoctrinar a la gente oprimida y que tomar el camino armado es tomar
el camino del crimen. Se olvida, además, que Torres fue asesinado durante una
emboscada que su grupo le tendió a una patrulla de soldados (los cuales también
debían tener una historia y una familia detrás de la que nadie se acuerda), y
que entre los guerrilleros que fueron abatidos mientras lo acompañaban, uno
de ellos era menor de edad. ¡Pero qué importa! Lo importante es que se
enfrentó al gobierno corrupto.
Ah,
y no crean los de derecha que ustedes no se salvan de entronizar criminales.
También tienen su lote de basura ideológica. Ahí tenemos a todos los que
aplauden a Uribe porque tiene “las pelotas” de criticar los diálogos entre el
gobierno de Santos y las FARC, dejando de lado que él negoció con los
paramilitares, que interceptó las comunicaciones de sus opositores, y que
contribuyó a graves escándalos como Agro Ingreso Seguro y los casos de los
falsos positivos, además de animar a sus “buenos muchachos” a irse del país
cuando están enfrentando investigaciones judiciales. Están los que aplauden a
Franco por haber librado a España de la monarquía por décadas y por mantenerse
neutral durante la Segunda Guerra Mundial, ignorando que apoyó a Hitler durante
los primeros años de la guerra, y que era un dictador fascista y opresor de
primera; que añoran los tiempos de Pinochet por haber sacado el país de la crisis
económica en que estaba “por culpa de los socialistas”, cerrando los ojos ante
todos los desaparecidos del régimen; ¡hasta las personas que apoyaban a Bush y la
invasión a Irak, porque se estaba enfrentando a los musulmanes extremistas,
siendo que el gobierno de Hussein era relativamente laico, y ni siquiera
compartía credos con Al Qaeda!
En
general, se trata de gente tan acrítica que aseguran que puedes saber quiénes
tienen la razón viendo quiénes son las personas más criticadas en los medios de
comunicación, siendo que si seguimos esa línea de razonamiento, Bush debía ser
el hombre más honesto de la pasada década. Gente tan simple que no comprende
que el hecho de que los palestinos sean oprimidos en Israel no justifica los
actos terroristas de Hamas y Hezbolah, o que el hecho de que Israel sea un
estado judío no justifica que abusen de los derechos de los musulmanes; y nada
de esto justifica tampoco que los gobiernos árabes que han recibido musulmanes
los mantengan en su mayoría aislados y con menos derechos incluso que en
Israel. Es gente que suele acusar a los que señalan estos sesgos cognitivos de
ser personas maniqueas, cuando irónicamente su visión del mundo es
terriblemente maniquea y simplista en sí misma.
Es
necesario, y prácticamente urgente, que empecemos a madurar nuestro pensamiento
crítico. Es sumamente necesario que desechemos esa visión tan torpe y simple de
“mi ideología, para bien o para mal”, y dejemos de defender lo indefendible
solamente porque se hizo bajo los estandartes de las mismas ideas que
defendemos nosotros. Es una ruindad, y al final del día muestra que, aunque
nuestras posturas sean las correctas, nuestra capacidad de reconocer errores es
muy baja, y una evidencia de lo poco que hemos avanzado en el pensamiento
crítico del que muchas veces presumimos.
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