La indignación ante la diversidad

Es curioso el poder que tienen los anuncios de empresas sobre la gente. Algunos se apresurar para aprovechar sus servicios, otros se ríen ante lo ridículas que pueden ser en ocasiones, y muchos otros pueden ofenderse cuando sienten que afrentan su forma de concebir el mundo. Esto último francamente da hasta risa, pero de hecho es muy común, y vamos a analizar un caso reciente.

Bancolombia el banco privado más importante en Colombia, teniendo millones de usuarios. Como una empresa abierta a todo público, y siendo manejada por el sector privado, una de sus principales preocupaciones es poder llegar al mayor número de personas, y eso implica que no pueden refrenar sus campañas ante cuestiones tan baladíes como la raza, el credo o la orientación sexual. Puestas así las cosas, hace poco Bancolombia presentó una publicidad con el rótulo: “Es el momento de las nuevas familias. Es el momento de TODOS”, acompañando fotos con diferentes personas o familias, entre estas dos hombres abrazados paseando a su perro. Y de hecho es una publicidad muy simpática.


Por supuesto, como se trata de Colombia, un país que a pesar de ser constitucionalmente laico aún es terriblemente retrógrado, especialmente con el ascenso del protestantismo, ya salieron muchas personas a quejarse, porque supuestamente es “una ofensa para quienes defendemos el matrimonio entre hombres y mujeres”. Ya incluso invitan a enviar un mensaje de protesta masivo en Citizengo (campaña que no voy a enlazar aquí) porque “#EsElMomentoDe repensar nuestra relación con Bancolombia”, citando además el artículo 42 de la Constitución, y piden boicotear no sólo al banco, sino también a las empresas relacionadas con él y con el grupo Sura, dueños de Bancolombia. Aparentemente, todo muy elegante.

Dos cosas a salir del paso. Primero, es curioso que a los que formaron la queja en Citizengo se les haya pasado por alto que la campaña no se centra únicamente en las parejas gay, sino que de hecho incluye una pareja con una niña de piel negra (refiriéndose, creo yo, a las familias multirraciales y con hijos adoptados), un anciano campesino y un hombre con una prótesis de pierna. ¿Se imaginan que los neonazis en el país formaran una protesta porque la publicidad incluye una niña negra con padres “blancos” (más bien trigueños, pero el neonazi colombiano difícilmente podría presumir de caucásico)? No es muy diferente a como se ve la protesta de los cristianos. Sí, no es un juego muy limpio usar la comparación con el nazismo, pero ante ese asunto de la “ofensa”, cualquiera podría salir a quejarse con igual validez, y eso no hace que su crítica sea válida en sí misma.


Segundo, y esto ya lo he comentado en una entrada anterior, el artículo 42 no excluye de forma tácita a las parejas del mismo sexo, sino que habla de “vínculos naturales o jurídicos”, y eso puede ocurrir entre dos personas perfectamente conscientes, tengan el sexo que tengan. Por otro lado, la Ley 54 de 1990 y la sentencia C-075 de 2007 son estrictas en que las uniones maritales también incluyen parejas homosexuales, con todos los derechos y efectos civiles pertinentes, y las sentencias de la Corte Constitucional tienen peso sobre la Constitución si se trata de proteger los derechos fundamentales del ciudadano. Seguir presentando el artículo como si fuera inamovible es una falta de juicio y sensatez.

Después de todo eso, queda analizar la queja principal: Bancolombia aparentemente está ofendiendo a las familias cristianas al aceptar que las parejas homosexuales y los LGBTI también son ciudadanos y usuarios que existen en el mundo. “¡Ideología de género! ¡El lobby gay nos quiere imponer la homosexualidad! ¡Quieren volver maricas a nuestros niños! ¡Van a destruir la familia tradicional!

¿Les parece ofensiva la forma en que estoy diciendo esto? Bien, véanse en un espejo cuando aplauden las palabras de cretinos del calibre de Oswaldo “me quiero comer la cámara” Ortiz, Ángela Hernández, Vivian Morales y Alejandro Ordóñez. Personas que creen que pueden imponer su visión personal del mundo, sólo porque supuestamente son mayoría y cuentan con el respaldo de un libro sagrado, en un Estado laico al que no debería importarle que cuatro o cuarenta millones de personas crean en la Biblia, sino que es su deber respaldar y proteger los derechos de todos los ciudadanos, incluyendo a los que no son cristianos y a los que ni siquiera creen en dios alguno. Y si les señalas esto, si te enfrentas a su imposición teocrática, salen a las calles a gritar “cristianofobia” y “teofobia”. Es tan repulsiva esa treta victimista que incluso que incluso muchos otros creyentes y cristianos desprecian sus excusas baratas y su jueguito del perseguido.

Y es que, al final, no se trata de que los estén ofendiendo a ellos como personas, sino que están molestos porque Bancolombia no está teniendo en cuenta sus creencias. Aún si la empresa ofendiera sus creencias, cosa que obviamente no es intencional, debemos tener en cuenta por enésima vez que son las personas las que se respetan, no las creencias. Cuando las empresas deciden ser incluyentes, no pueden detenerse a fijarse en las creencias personales de un grupo en particular, y mucho menos una empresa privada como Bancolombia, que bien podría decidir ser un banco sólo para cristianos sin problemas.

Algo que me anima un poco del asunto es que parece, de momento, que ha sido más la gente en contra de una reacción tan absurda que a favor de ella. Y es obvio: para muchos, las parejas del mismo sexo ya son algo cotidiano, les guste o no, así que hay que vivir con ello, y además se trata de la publicidad de una empresa que trata de llegar a todos. Por otro lado, la pataleta de la campaña #EsElMomentoDe es muy similar a la actitud de esos seguidores de un youtuber que, cuando los videos de su ídolo no le gustan, dejan un mensaje patético de advertencia de “o mejoras tus videos, o cancelo mi suscripción”. Y esa es una actitud desagradable y patética que mucha gente odia.

Bancolombia tampoco se dejó amilanar por la campaña cristiana, y en un comunicado manso pero claro defendieron su campaña de los ataques: “Hoy estamos invitando a todos los colombianos a ser parte de este gran momento, y cuando decimos ‘todos’ lo decimos con la absoluta convicción de que en este momento no hay espacio para etiquetas, paradigmas o modelos predefinidos. Decimos el TODOS que abarca a la gente y al mundo que cada uno quiere vivir desde las diferentes realidades.

Amigo cristiano: si usted quiere desafiliarse de Bancolombia, tiene todo el derecho y la libertad de hacerlo. Si quiere dejar de comprar productos de empresas relacionadas con Bancolombia o Sura, ¡fantástico! Nadie se lo impide. Sin embargo, no deja de ser patético que en pleno siglo XXI se sienta perseguido simplemente porque una empresa decidió poner una pareja gay en una de sus campañas. La sociedad ya debería haberle enseñado que las parejas del mismo sexo son una realidad que no se le impone a nadie, sino que es algo habitual y normal (sí, normal: recuerde que no todos creen como usted que es algo abominable), pero en su celo fanático se mantiene en una burbuja tan opaca que ya ni siquiera puede ver un anuncio sin sentirse ofendido y atacado como en una inquisición. Es usted de los que más critica y ataca personas por sus creencias o su orientación sexual, ¿y de repente quiere protección? No sea absurdo.

Es que es una actitud tan cursi, tan ridícula, que ya ni siquiera parece los Tres Monos Sabios, sino que pretende ser más bien una caricatura grotesca de Vic Rattlehead (búsquelo: Google es su amigo): boca grapada, ojos sellados y oídos tachonados, porque es tan débil que cualquier cosa mínimamente diferente a su cuerpo de creencias personales lo hace sentirse agredido. Pero la realidad es que el mundo no es cristiano. No es judío. No es musulmán. Ni siquiera es ateo: es simplemente el mundo. Un mundo tan diverso, con tantas creencias, ideas y opiniones que lo mínimo que podemos pedir es que se respeten los derechos mínimos de cualquier persona, independientemente de lo que pueda sentir o decir un líder religioso o un texto sagrado.

Probablemente haya personas en desacuerdo con lo expuesto aquí, pero como siempre les pido que tomen unos momentos para reflexionar. ¿Vale la pena hacerse tanto odio, tanta malasangre, por algo tan inocuo como una publicidad? Usted bien puede instruir a su familia dentro de su casa con su propia concepción del mundo, pero entienda que los demás no están obligados a ceñirse al reflejo de su burbuja. Las burbujas estallan tarde o temprano.

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